Salvador Abril Blasco nació en Valencia en 1862. Se formó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, siendo condiscípulo de Joaquín Sorolla. Fue un excelente paisajista y un gran dibujante de temas marineros. Fue premiado en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1887, 1890 y 1892. En 1892 fue nombrado profesor de la Escuela de Artes y oficios de Granada donde impartió la cátedra de Figura y Decoración. En 1902 comenzó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. En 1903 fue designado director de la Escuela de Artes y Oficios de Valencia y en 1904 recibió el nombramiento de académico de San Carlos.
En 1914 explora la
costa de Jávea y Denia y como resultado del viaje, escribió un relato
titulado ‘Recuerdos de mis excursiones’, por el que algunos
autores lo consideran, junto a Eleuterio Abad, precursor de la
Bio-bibliografía del siglo XX.
Si bien el relato se
publica en 1915, lo que relata es referente a la excursión realiza el 11 de
junio de 1914, lo que concuerda mejor con el relato de la procesión del Corpus
que aquel año tuvo lugar l1 de junio. Además en el epílogo firmado en diciembre
de 1915, deja en el aire la temporalidad incierta. Ello da tiempo a que este
relato pudiera escribirse e imprimirse que es un tiempo necesario para esta
determinación.
Su relación con Jávea
continuará, y serán varias las veces que volverá a visitar y pintar sus costas,
bien invitado por la familia de Pedro Bas Codina, quien había sido discípulo
suyo, o bien a casa del diputado por Dénia y Callosa, Julio Cruañes, con quien
le unía una buena amistad.
Salvador Abril fue un
artista cultísimo que consiguió tanto la admiración como el reconocimiento
de sus superiores y compañeros; cultivó su amistad con ellos, pero también con
sus alumnos, a los que ayudaba a introducirse en el complicado mundo artístico.
Vamos a desgranar los
recuerdos en los que aparece tanto D. Julio Cruañes como Manuel Bas Buigues.
Comienza el relato
diciendo que hacia 1885, unos treinta años antes, realizó una excursión por
Sierra Aitana, y tuvo que recorrer la hermosa carretera que conduce de Vergel a
Altea. Tal fue por lo bien impresionado que quedó de la misma, que
constantemente deseaba visitarla de nuevo, así como investigar de cerca
aquellas costas que sólo conocía desde alta mar, por los múltiples viajes que
realizó cruzando el Mediterráneo, hacia el Estrecho de Gibraltar.
En esta ocasión
salieron de Valencia, Salvador y su amigo Alfredo, el 1 de junio de 1914 en el
tren y en Carcagente cambian de tren para subir a uno que se dirigía a Dénia y
al llegar a Vergel descendieron teniendo que acomodarse en un coche de caballos
con el que llegaron a Jávea.
El coche, como
triunfante, entraba por aquella calle del Convento. Las caballerías celebraban
la llegada a sus establos, no necesitando excitaciones de látigos, haciendo
esfuerzos por detenerlas el Mayoral a fin de que no se desbocaran.
Al llegar a la plaza se interpuso una silueta de hombre alto, enjuto, que a la contraluz de la luna parecía un fantasma, que con el brazo levantado decía:
– ¿Viene ahí el pintor Sr. Abril?
manera para que pasáramos un rato en su casa, que hubiese sido gran descortesía
el no aceptar.
Ante esta sorpresa, el
cochero se sobrepuso a las bestias, y éstas se detuvieron, aunque impacientes,
aprovechando el pintor y Alfredo ese momento para apearse. Se acercó el
desconocido y nos saludamos mutuamente, resultando ser el padre de un antiguo
discípulo mío, que le había anunciado nuestra llegada.
+El referido hombre,
llamado Manuel Bas, de alma noble y corazón sencillo, se nos ofreció
inmediatamente, nos llevó a su casa, y después de presentarnos a su familia,
fuimos obsequiados con chulletes y vinet del país.
Deseando reposo para
aprovechar el día siguiente, se le manifestó el motivo del viaje y la
conveniencia de que aconsejase una hospedería en que pudiéramos instalarnos
cómodamente. Y con una afabilidad digna de todo encomio, nos acompañó a la
fonda que existe en la misma calle que cruzamos a nuestra entrada en el pueblo,
y se nos acomodó en dos cuartos, tratándosenos como príncipes, retirándose
luego el buen Manuel.
Después de breve rato, cuando nos disponíamos al descanso, nos llamaron, resultando ser el mismo hombre (Manuel), el cual nos presentó al Diputado provincial de Dénia y Callosa d’En Sarriá, D. Julio Cruañes, persona por demás simpático, cariñoso, atento y fino, de relevante cultura, conversación dulce y amena, el que se nos ofreció manera para que pasáramos un rato en su casa, que hubiese sido gran descortesía el no aceptar.
Así lo hicimos, e
inmediatamente le devolvimos la visita. Este nos presentó a su bondadosa
hermana doña Pura, que nos recibió con exquisita amabilidad, y cambiamos
impresiones, hablando de muchas cosas, siéndonos tan agradable su dulce
conversación y su amable compañía, que el tiempo se hacía corto.
Y oyendo al sereno que
pregonaba la hora, previa un ‘Ave María’, decidimos retirarnos, y ya los
jornaleros del campo se dirigían con sus caballerías y arreos de labranza a sus
habituales ocupaciones.
Al día siguiente
dieron un buen madrugón, ansiosos de explorar la costa norte. Antes visitaron
los poblados ‘Sevilla’ y ‘Triana’. El primero, estación veraniega, compuesto de
hotelitos de recreo, y el segundo, a la derecha del río Gorgos o Jalón, en
donde está el amarre del cable para las Baleares, lo constituyen casitas de
familias pescadoras, gentes sencillas conformadas con su suerte.
Llegaron hasta
la Cueva Tallada que visitaron viendo la inscripción
el rey Felipe II de Valencia y III de Castilla escrita en 1599. Al regreso al
subir la cuesta que llevaba al pueblo vieron el Asilo y tras la cena salieron a
pasear y encontraron a D. Julio y a Manuel y determinaron visitar la Casa
Consistorial al tiempo que oían la banda de música que estaba ensayando.
En días sucesivos los
dedicó Salvador a tomar apuntes al tiempo que navegaban hacia el Sur y pudieron
observar la cuerdas que pendían en el acantilado para que los naturales de
aquellos lugares, en tiempos bonancibles se les veía pescar con caña desde las mismas.
Pudieron ver el cabo
de la Nao y la Cueva grande del Agua y la del Lobo marino, así como la de los
Órganos, acercándose con el ‘Dengue’, hacia las
rompientes, que se levantaban furiosas, y todos enmudecieron en absoluto
temerosos de interrumpir las voces de mando. La tripulación maniobraba como un
solo hombre. El bote obedecía con precisión. Parecía como si la experiencia de
su larga vida le hiciera comprender los peligros y tratara de salvarlos. Es
necesario aludir al nombre de la embarcación ya que en 1791 el Diccionario
histórico de los artes de la pesca nacional de Sáñez Reguart, se consigna
al ‘dengue’ con la acepción ‘sardinera’ o ‘embarcación o lancha de 5 a 6 bancos, con que en
las costas de Cantabria salen a pescar la Sardina’.
El pintor, aunque las
olas agitaban el entorno, no cesaba de tomar apuntes hasta que hizo exclamar a
D. Julio: «Entre tantos pintores que he visto trabajar en estas costas, jamás
vi ninguno que lo hiciese en estas condiciones».
También vieron
la Granadella, único sitio seguro, que reunía hasta buenas
comodidades, pequeña playa que existe oculta entre aquellas elevadas costas. Se
enfiló el bote hacia la playa, donde el mar así que se encerraba entre los
montes se amansaba, hasta hallarle completamente tranquilo y al regreso
pudieron ver la estación de salvamente de náufragos.
Los recuerdos se
culminan cuando estando en el Casino tomando café D. Julio les invitó a ver la
procesión del Corpus que iba a pasar por su casa, pero antes les hizo recorrer
la vuelta entre aquella muchedumbre bulliciosa que gozaba con la fiesta para
lucir sus galas.
Los balcones competían
acumulados de macetas llenas de flores, y engalanados con elegantes colgaduras
de ricos damascos, y los más humildes, con bonitos cubrecamas hechos de punto
de gancho por las habilidosas mocitas, y adornados con cintas de vivos colores
que, contrastando con las tonalidades de sus transparentes, daban un hermoso
realce a aquella escogida variedad de dibujos.
Pero las flores
perdían el interés ante la belleza de perspectiva que ofrecían aquella pléyade
de encantadoras jóvenes que, vestidas con mil galas, respiraban auras de amor y
de contento. Todo sonreía a su alrededor. Hablaban con la boca, con los ojos y
con las manos, atrayendo con su mirada la simpatía de los mozos, que las
dirigían frases galantes.
Otras, en las grandes
rejas de las plantas bajas, departían afanosas con sus arrogantes novios,
embebecidas de tal modo, que no se daban cuenta de si estaban en tierra o se
habían remontado a los cielos.
Entre tanto, los
papás, y los invitados de mayor edad, aunque relegados a segundo término,
gozaban contemplando la felicidad que animaba a los suyos. Verdaderamente aquel
bello conjunto me recordaba los clásicos festejos de Andalucía y me creía
trasportado al Albaicín.
Llegamos a la calle de
Cánovas, hoy Carrer En Grenyó, entramos en la casa de D. Julio, y saludamos a
su cariñosa hermana y demás personas que ya le esperaban. Nos obsequió éste, y
pasamos a su despacho donde con gran comodidad a través de una descomunal reja
que nos separaba de la calle, podíamos ver cuánto por ella pasaba Lo primero
que desfiló fue la Enramà con sus carros adornados. Las campanas alegres
amenizaban la fiesta y anunciaron la salida de la procesión. Pronto se dejaron
oír el tabalet y dolzaina, indicando que aquélla se aproximaba.
Abría la comitiva una
gran bandera, a la que seguían las Hermandades y Cofradías con sus cirios y
escapularios, distinguiéndose unas de otras por sus ricos estandartes;
entonando cánticos religiosos que elevaban el espíritu a regiones superiores.
Llevaban preciosas
imágenes que no carecían de valor artístico, especialmente la antiguas. Seguía
a éstas la Cruz parroquial, y el Clero, entre niños vestidos de Ángeles – como
si estos no lo fueran-; el correspondiente Apostolado y los personajes
bíblicos, aunque de ropería.
El incienso envuelve
el espacio con aquel humo aromático, y cae gran lluvia de flores sobre el
palio, que cubre el Santísimo. Siguen los Clavarios, las Autoridades locales,
de la Marítima y Cuerpo de Carabineros.
La Banda ejecuta una
majestuosa marcha de carácter clásico, cerrando el cortejo una Compañía de
Carabineros con el ramito reglamentario del caso, y a continuación van los
Alguaciles llevando los sombreros de las Autoridades y de los representantes
del elemento oficial.
Detrás aún sigue una
masa compacta de mujeres que, en cumplimiento de promesas que hicieran, van en
su mayoría descalzas. Pocos momentos después, quedaba la calle desierta;
observándose que en todas las casas los convidados goloseaban con pastas y
refrescos.
Las campanas, lanzadas
al vuelo, formaban una armónica confusión con la Marcha Real que ejecutaba la
Banda y las aclamaciones, cánticos y vivas de aquella multitud que,
entusiasmada, se asociaba para solemnizar la principal festividad del Orbe
católico.
Para final, se disparó
un bonito castillo de fuegos artificiales y una gran traca. Salimos para dar un
paseo por aquellas estrechas calles, y resbalábamos por la mullida alfombra que
cubría el suelo, formada por la abundante flor deshojada entremezclada con la
murta; haciéndose el tránsito tan peligroso, que pronto determinamos retirarnos
al comedor de la Fonda, invitando a acompañarnos a D. Julio, y a Manuel que ya
nos esperaba allí.
El día de la despedida
visitaron la ermita de Jesús Nazareno que tenía numerosos exvotos de
gente de mar y la iglesia de San Bartolomé que exteriormente es
también de buena época; con la particularidad de que debió ser a su vez
fortaleza, por estar coronada de almenas.
En julio de 1933,
el Ayuntamiento de Valencia, a propuesta del concejal
Sr. Bort, adoptó la decisión de dedicar una calle de la ciudad al artista.
También tiene dedicada una calle en las poblaciones de Antella, Chiva y en la
playa de Tabernes de la Valldigna. Bien merece que en Xàbia haya una calle
dedicada al pintor que puso a Xàbia en el candelero.
Mi agradecimiento a Mª
Carmen Zuriaga, responsable del Archivo y Biblioteca de la Real Academia de
Bellas Artes de San Carlos de Valencia por las atenciones recibidas. También a
Teresa Martín Bas y Nicolás Bas así como a Godofredo Cruañes por facilitar las
fotografías de Manuel Bas Buigues y de Julio Cruañes y al Arxiu
Municipal de Xàbia y a Verónica Blasco por las aportaciones
fotográficas de la procesión del Corpus en la actualidad.
Si alguna persona
desea obtener una edición facsímil de la publicación de los recuerdos de
mis excursiones puede dirigirse a la Biblioteca
Nacional de España.
Bibliografía
- Agramunt Lacruz; Francisco. Diccionario de Artistas Valencianos del siglo XX.
- https://salvadorabril.blogspot.com/p/biografia.html. Consultado el 1 de noviembre de
2025. - Abril, Salvador. Recuerdo de mis excursiones. 1915
- Reus i boyd –Swan, Francisco, La Humanitat feta art. Homenatge a Pedro Bas. Ajuntament de Xàbia, 1986.








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