Habitantes foráneos que han puesto a Xàbia en el candelero (14): De la Jávea triste a la alegría de las Heladerías de Espinosa y Espí

 Corren los años 50 del pasado siglo cuando Jávea (denominación oficial de la época) comienza a ir saliendo de la autarquía y va entrando en una nueva etapa. La alegría que se vislumbra en les Fogueres (año 1950) comienza a eliminar el vestido negro de las mujeres que lo vestían los primeros años tras el 39 ya que los lutos eran generales por el fallecimiento de familiares en la contienda y las restricciones socioeconómicas.

Las fotos de mi madre en 1940 que contaba 20-21 años y las de mis abuelos maternos de 1943, todos en el Roig, son una constante en aquel momento. Las mujeres se casaban de negro y los hombres con el chaleco negro en torno a la iglesia el día de precepto. En esta tesitura las familias ya comenzaron a vivir de otra manera y seguro que los helados comenzaron a cambiar la situación dando un poco de satisfacción en una merienda y también la presencia de los carritos con los helados así como el escuchar al heladero su anuncio fue, creo, una detonación que inundó de nueva vida a la sociedad que estaba inmersa en una depresión personal, social y casi general.


Para esta industria era necesario el hielo y para ello en Jávea era necesario que hubiera hielo para atender a las necesidades de los pescadores. Fue la presencia de los hermanos Cano Coloma, Mariano y José, quienes comenzaron la fabricación de hielo hacia el final de la década de los 40 del siglo pasado. Mariano, que había estudiado para marino mercante tras varias travesías marineras dejó la actividad formándose en la industria del frío. A final de la década de los 40 del siglo XX, viendo que en Jávea era necesario la fabricación de hielo para la pesca, emprendió la tarea de construir una fábrica de hielo que se ubicó en lo que hoy es Avda. Jaime I, junto al entonces puente de Triana. Su hermano José participó en esta empresa para surtir a los pescadores del hielo necesario para conservar el pescado y dar también servicio a la población que en aquella época ponía trozos de hielo (medias barras o un cuarto de barra). Este hielo también se necesitaba para la industria del helado, como veremos más adelante.


Las neveras llegaron por primera vez a España en 1952, pero tuvieron que pasar todavía unos años para que acabaran llegando a los hogares menos pudientes. En el libro de la matrícula de los individuos sujetos a la contribución industrial de 1961 figuran dos heladerías en el grupo 1º regentadas por Eliseo Espí Cots y por Máximo Ramón Espinosa Ródenas.


El grupo 1 es el relativo a los artículos y productos de la alimentación y en el apartado C) se trata de los fiambres, pastelería y bollería y en el punto 17 se habla de los vendedores en cualquier local, incluso en quiosco, de dulces, pasteles, bollos, hojaldres, pastas, conservas en dulce, bombones y demás artículos de confitería y pastelería.

Las dos heladerías tienen su domicilio en la plaza de la Iglesia si bien la de Espinosa es en la plaza de la Iglesia de San Bartolomé y la de Espí lo es cerca la Iglesia de Aduanas que entonces estaba situada en la calle Pío X, antes de edificarse la actual parroquia del Mar.

Los hornos en los años 50. El origen de la heladería Espinosa está en el Forn de la Calavera. Y para ello aludiremos en primer lugar al papel de los hornos en aquel momento en el que las casas no disponían de cocinas como las actuales. (Esto puede servir para hablar a nuestros hijos y nietos de aquel momento y de cómo ha cambiado la vida y la sociedad.)

En la renda todas las construcciones tenían adosado al riurau un fornet de coure pa que cubría las necesidades de los que estaban en la renda. En mi libro el Temps de la renda digo: «cuando (el fornet) se iba a usar los hombres eran los encargados de hacer el fuego y vigilarlo para conseguir que las brasas tuvieran la suficiente fuerza para su uso. Primero se asaban pimientos, berenjenas y tomates, que se dejaban para hacer les coques de tomaca i pebrera tras la cocción del pan. Mientras las mujeres amasaban el pan que iba a cocerse en el horno y cuando el suelo del horno estaba limpio de restos del fuego, pero conservaba el calor suficiente, se metía el pan que luego tenía la vida de una semana. ¿Cómo eran capaces de conservar tanto tiempo el pan? Una vez sacado el pan, se hacía una segunda hornada con les coques de tomaca i prebrera, de oli o de butifarró y hasta moniatos y patatas y algunas pastas con almendras realizadas por la chiquillería en su deseo de iniciarse en estas tareas culinarias.


Si en la renda las necesidades de cubrían por la distancia a la población, el resto del año se debía acudir a un horno, que según señala Esperanza Salvatierra Codina es su libro Costumari gastronòmic existían en Xàbia hacia los años 50, del pasado siglo, 17 hornos que resistieron hasta que en 1957 se unieron en cooperativa como ‘Panaderos Reunidos’ y más tarde en la ‘Panificadora’.

Fuera de la época de la renda, el resto del año eran los hornos del pueblo a donde se llevaba el pan y otros alimentos. También Esperanza Salvatierra nos ilustra sobre este menester.

Las mujeres habían amasado los panes y los llevaban al horno con la tabla al hombro. Una vez allí el panadero los colocaba en la pala de madera, si bien antes había echado un poco de harina para que la masa no se enganchara en la madera. Después, con mucha destreza dejaba los panes encima de la superficie del horno, en el interior y colocados con la separación suficiente para que cuando crecieran al cocerse no se tocaran ni se engancharan.

Una manera de saber qué pan era de cada mujer consistía en hacer una señal en la pasta antes de cocerla, ya podía ser un corte con el cuchillo o dos, una cruz, un hoyuelo o un pellizco. Al sacarlo del horno convenía envolverlo con un lienzo para que no se enfriara pronto y se endureciera la corteza.

Cuando el panadero había cocido todo el pan y el horno aún mantenía el calor, metía otros alimentos con lata como eran los cacahuetes, la calabaza, y los boniatos. Cuando ya el horno estaba más flojo, ponía a cocer otros alimentos dependiendo de la época del año, por ejemplo a Pascua se hacían monas, había quienes también llevaban la cazuela de arroz al horno y otros.

Heladería de Espinosa. Todas estas referencias son alusivas al horno que iniciaron Antonia Espasa y José Buigues Borja en la plaza de la Iglesia, nº 9. De este matrimonio el horno pasó a sus hijos Antonia, Catalina y Miguel. La deriva del negocio del horno en heladería se produce cuando Antonia Buigues Espasa se casa con Máximo Ramón Espinosa Ródenas llegado de Hellín. En este momento con el horno ubicado en la plaza de la Iglesia nº 9, Máximo Ramón, al que en adelante denominaremos solo con su segundo nombre, Ramón, por ser más conocido con éste nombre, consideró la posibilidad de ampliar los servicios que ofrecía el horno con la instalación de una heladería como la que había dejado en Hellín por lo que instaló la maquinaria para producir los helados junto a granizados como agua limón, agua cebada, excluyendo los de café sustituido por la malta por ser un producto de importación y por ello escaso. Pero su idea en una época que muchos profesionales iban por las calles cantando su actividad y las mujeres salían a la puerta de las casas al oír el afilador, al alguacil para leer el bando, al lechero que ofrecía la leche recién ordeñada, y tantos otros que hicieron de su actividad el escaparate que atrajese a los clientes, animó a Ramón a ir por las calles con un carrito gritando «el xambiter».

 Todo lo que ofrecía era artesanal, polos de crema, y los helados de corte que se introducían entre dos barquillos y todo producido por la familia en aquel lugar junto a la iglesia de San Bartolomé y además de la heladería ofreció a la chiquillería chuches como las pipas, los cacahuetes, gominolas, regaliz o ‘puro moro’. Aún recuerdo a mis hijos cuando acudían al quiosco para comprar chuches. Su presencia en la plaza de la iglesia hacía que al salir de misa, para los niños era todo un ritual comprar chicles y regalices en el quiosco y en verano los helados y los polos

La familia me enumera las dificultades que tenían para producir helados. Para hacer el helado, al principio no existían los motores industriales y el producto se batía a mano, enfriándolo con hielo mezclado con sal que se colocaba alrededor de la cuba. Ya elaborado había que mantenerlo frío con la ayuda de unos grandes bloques de hielo que había que trasladar siempre junto al helado. También se usaban para este cometido unos recipientes forrados de corcho y metidos en hielo con sal que conseguían aguantar la temperatura fría unas horas. Había ocasiones que por la carretera de la plana iban a Dénia para comprar hielo.

El negocio familiar fue regentado por Antonia Buigues Espasa, junto a Ramón Espinosa Ródenas (de Hellín) y posteriormente por Concepción Espinosa y su esposo Eduardo Ventura Peidró de Puebla de Arenoso (Castellón). Es curioso ver como el carrito del helado fue evolucionando con el tiempo ya que con él, llegaba hasta el Portitxol y para recorrer la plaza de la Iglesia y no estropear el suelo le tuvieron que poner ruedas de caucho. En las fotos que se presentan puede verse la evolución de los carritos para ofrecer la mercancía.

En esta heladería estaba Fermín Espinosa Buigues al que se puede ver en una foto junto al Parador con el carro del helado llevado por una moto. Su papel como artista fallero que trabajó en el taller del artista Vicente Luna en Valencia, en la construcción de carrozas y fallas. En 1952 hizo alguna pequeña hoguera en las de Xàbia. En 1976 le conceden el carnet del Gremio Artesano Artistas Falleros.

 Heladería de Espí: los turroneros y las heladerías

El primer heladero que se establece en Duanes de la Mar fue Eliseo Espí Cots. Era maestro turronero en la empresa de  turrones de El Lobo trabajando en la temporada de turrón que comprendía desde el 20 de septiembre hasta el 20 de diciembre. Había desarrollado su actividad heladera en Andalucía y buscaba dar mayor impulso a dicha actividad. Unos electricistas comentaron (era el año 1950) que Jávea era un pueblo que parecía empezar y que podía ser una
buena opción. No lo pensó y con su familia se vino llegando en el verano de 1950.

 Tras el verano regresaban a Jijona para ocuparse de los turrones. La empresa la continuó su hijo Eliseo Espí Cremades y hoy el continuador en la tercera generación es Cesar Espí. La fabricación de los helados es artesanal y propia. La venta de los helados fue un reto para los turroneros puesto que no existían los sistemas de congelación ni los métodos de almacenamiento de hoy existen. Había que ser muy cuidadoso con la fabricación de este tipo de productos para no estropearlo ni desperdiciarlo.

Godofredo Cruañes me dice que conoció a Eliseo y que sus helados y productos eran de una calidad superior. Y que su actividad en Jávea fue de una inteligencia enorme por las iniciativas peculiares con la que inició su estancia
en la villa.


 Godofredo también me ilustra sobre los trabajos de los turroneros cuya campaña se inicia cuando la almendra ‘marcona’ está en el campo y que ellos compran sin conocer cómo será la cosecha, lo que puede ser un fracaso posterior o no. Luego siguen los trabajos de pelarla, tostarla… hasta culminar en la fabricación del turrón que en la actualidad las grandes superficies ya los ofrecen con mucha anticipación. Hoy la almendra procedente de los EEUU no tiene la misma consistencia.

La familia de Espi compaginaba el trabajo mixto de los helados y los turrones, de la siguiente manera. Los meses de junio, julio, agosto hasta el 20 de septiembre estaban en Jávea y desde esa fecha hasta el 20 de diciembre con el trabajo del turrón en Jijona.


 Cuando estaban en Jávea los primeros años, hasta 1975, montaban un quiosco provisional que desmontaban al irse. Estuvo ubicado en diferentes lugares como el paseo marítimo, la plaza del Almirante Bastarreche, hoy de Adolfo Suarez. En 1975 no le permitieron montar el quiosco en el paseo marítimo por lo que decidieron pasar a la calle denominada Crucero Canarias, hoy, el pasaje por el que se accede a la calle Bartolomé Ros, y allí establecieron la heladería entre junio y septiembre y en las semanas navideñas vendían turrones, polvorones, pasteles de gloria. Disponían de tres carritos por los que publicitaban sus productos. En esta ubicación estuvieron hasta el año 2000. Y en el Arenal, en el Paseo David Ferrer se establecieron en el año 1982 donde el descendiente, y allí, Cesar Espi, sigue con la tarea familiar desde la Semana Santa hasta el final del verano, junto al mar, recibiendo la brisa marinera.


 Para este trabajo he de agradecer la colaboración prestada por Fermín Ventura y su madre, Concepción Espinosa Buigues y por Cesar Espi Gisbert y su esposa Inmaculada García que me han proporcionado toda la información pertinente y han contestado a todos mis interrogantes y dudas sobre el tema para conocer un poco mejor la época en que vinieron a Jávea facilitándome también fotografías ilustrativas de su trabajo. También a Juanjo Mas Cruañes

del Arxiu Municipal de Xàbia, a Godofredo Cruañes y a Beatriz Esteban Muñecas del Archivo Municipal de Hellín.

Juan Bta. Codina Bas

Artículo publicado en Javea.com 


 Bibliografía

  • Blasco Bisquert, Verónica- ‘La industria de Xàbia: La historia de las desaparecidas fábricas de hielo’- Jávea.com, 30 de marzo de 2025.
  • Codina Bas, Juan Bta.- ‘El temps de la renda’. 2021. Auto edición corregida y aumentada.
  • Codina Bas, Juan Bta. – ‘Diccionario Biográfico Javiense Abreviado’
  • Salvatierra Codina, Esperanza – ‘Costumari Gastronómic’
  • Varios. ‘Xàbia marinera, Memoria Gráfica’. 1996
  • Arxiu Municipal de Xàbia. Matrícula de la Contribución Industrial de 1961.
  • Legislación sobre Contribución Industrial
  • Decreto-Ley de 3 de octubre de 1950
  • Orden de 19 de octubre de 1950

 

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